De historias y añoranzas digitales

Según estudios, se estima que el 61% de las personas que usan celular lo miran tan solo cinco minutos después de abrir los ojos y un 96% antes de que se cumpla una hora, ¿te incluyes ahí? 

Recuerdo cuando pequeña esperar con ansias las noches en las que mi papá invitaba a sus amigos a la casa y emocionarme cuando el reloj marcaba las seis de la tarde mientras en los parlantes empezaban a sonar los acordes de esa canción de Billy Joel que hasta hoy, la escucho cada semana: Even though I’m in love sometimes I get so afraid I’ll say something so wrong just to have something to say…”, eso significaba que en contados minutos empezaban a llegar los invitados. No temía sentarme entre ellos a escuchar con fascinación las historias que tenían por contar, algunas de ellas, la mayoría; de carácter jocoso: bromas que se hacían a través de los años en la oficina, anécdotas de fiestas memorables, matrimonios, confesiones… eran el fuego que unificaba la velada, el hilo conector hasta la madrugada. 

Y así sucedía con mis abuelos en las mañanas que amanecía de visita mientras desayunábamos con la luz de cielos decembrinos o con mis papás antes de dormir amenizados por los conciertos de las chicharras afuera de la ventana. 

La historias hacen parte de tu vida, la mía, la de todos y menos mal es así porque a veces son salvavidas a los que recurrimos cuando el presente no presiona el freno de emergencia. 

Entablar empatía con lo que te cuentan los demás es un respiro necesario, pero, ¿Qué pasa ahora que no podemos sentarnos frente al otro a escucharnos? Tampoco podemos golpear la mesa en un ataque de carcajadas, abrazarnos en mutuo apoyo, ni percibir cómo nos brillan los ojos de júbilo por lo que acabamos de escuchar. 

Entablar empatía con lo que te cuentan los demás es un respiro necesario, pero, ¿Qué pasa ahora que no podemos sentarnos frente al otro a escucharnos? Tampoco podemos golpear la mesa en un ataque de carcajadas, abrazarnos en mutuo apoyo, ni percibir cómo nos brillan los ojos de júbilo por lo que acabamos de escuchar. 

Ahora, reconozco que actualmente pertenezco a uno de los porcentajes mencionados más arriba: lo primero que hago en las mañanas es mirar el celular cuando aún pesan un poco los ojos, antes de ese ritual cálido de acariciar por minutos a uno de mis perros puedo pasar unos 15 ó 20 minutos buscando historias ajenas en el celular, como si un temor de perderme algo mientras descansaba me sobrecogiera. 

Estamos los 365 días del año buscando historias en los otros, sobre todo ahora que no tenemos la cercanía como aliada, no queremos perdernos nada y eso nos está llevando a tener más de ocho pestañas abiertas en los computadores aspirando lograr leerlo todo, tratando de hallar conexiones, rastreando anécdotas que nos devuelvan a la infancia añorada y las carcajadas adolescentes.

Hoy más que nunca, la vida nos ha recalcado la importancia de escuchar de frente, de ese clic que sentimos con las emociones transmitidas por el otro, de los suspiros arrancados por amores narrados en párrafos breves, en videos o en podcasts, la relevancia de estar ahí y vibrar. 

Por: Laura Marulanda  

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Comment
  1. Lugel Franco dice:

    Con el sentimiento a flor de piel… demasiado fuerte lo que se siente al leer el texto. Mis felicitaciones a la autora.

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